Villamañán nos recibió con brasas encendidas, risas contagiosas y el inconfundible aroma de la tradición. La Acampada de la Matanza fue todo un festín donde el cuchillo afilado y la sidra fluida se dieron la mano con el buen rollo campista. ¡Una experiencia en la que el frío no se notó, pero el hambre sí se apagó… a base de chuletón y alegría!